Era un adolescente cuando dejó a su familia para apostarlo todo al pádel. Aún hoy, Juan Lebrón conserva vívidos recuerdos de aquella etapa decisiva. En una entrevista íntima, reflexiona sobre sus años de formación, sus sacrificios y lo que le debe a quienes lo rodearon.
Una salida hacia Madrid como un salto a lo desconocido
Con tan solo 17 años, Juan Lebrón dejó el hogar familiar para establecerse en Madrid. Una decisión consciente, casi vital para su carrera.
Sabía que tenía que ir allí para triunfar. En Madrid están los mejores entrenadores, los mejores jugadores, las mejores estructuras.
Consciente de los riesgos, el joven jugador lo apuesta todo. Ingresa en un internado deportivo donde conviven aspirantes al Real Madrid, tenistas y otros deportistas de élite. Lejos de sus seres queridos, encuentra una nueva forma de libertad en este entorno.
Los primeros dos meses extrañé a mis padres. Pero luego me adapté perfectamente. Teníamos mucha libertad, sobre todo para los atletas.
Al principio, Lebrón era un estudiante regular, pero poco a poco se obsesionó con el entrenamiento. Empezó a faltar a clases para pasar más tiempo en la cancha.
Pensé que podía hacer más con el pádel. Dejé de ir a la escuela para entrenar más. Así lo veía.
Una decisión difícil de lograr que su familia acepte:
Mis padres trabajaron toda su vida para asegurar que sus hijos pudieran ir a la escuela. Claro, al principio estaban un poco decepcionados. Pero yo estaba convencido.
Un sacrificio temprano, un viaje sembrado de dudas
Juan Lebrón no oculta que este camino a veces ha sido duro. La transición de juveniles a adultos fue un shock.
"Cuando dejas las categorías inferiores, te enfrentas a la realidad. El éxito no es para todos."
Pero sigue aguantando. Su habilidad está mejorando. Y, sobre todo, no se pone límites.
Tenía un coraje que otros no tenían. En los entrenamientos, quería ganarles a todos. Incluso a mi compañero. Nunca me rendí.
El gusto por el combate, en todas partes, todo el tiempo:
No quería perderme ni un solo ejercicio. Ni siquiera el calentamiento. Lo recuerdo todavía hoy.
Una vida adolescente lejos de su familia, pero no solo
Durante sus dos años en Madrid, Lebrón se alojó en una escuela que promovía la integración de deportistas. Allí conoció a jugadores prometedores, así como a un cuerpo técnico que comprendía sus necesidades.
Era perfecto para compaginar deporte y estudios. Aunque, después de un tiempo, decidí: sería pádel, 100%».
El joven jugador continúa entrenándose, a veces en detrimento de sus lecciones.
Al principio, lo tomaba en serio. Pero luego empecé a saltar la cuerda para no perderme en las pistas. Había descubierto lo que quería hacer con mi vida.
También evoca cierta ligereza:
La verdad es que me lo pasé genial. Tuve libertad, entrené como quise... y tuve mucho apoyo.
Raíces fuertes a pesar de la distancia
Incluso lejos de casa, Juan Lebrón nunca olvida sus orígenes. Su familia sigue siendo un pilar de fortaleza. Y sus recuerdos de infancia a menudo lo llevan de vuelta a El Puerto de Santa María.
Crecí en una casa donde nos reíamos mucho. Recuerdo pasar las tardes con mis amigos en el sótano. Los quince bajábamos, armábamos jaleo, y mi padre venía a charlar con todos.
Su padre, Matías, sigue siendo un referente en el pueblo. Un hombre de confianza, respetado por todos.
Cuando vuelvo allá, la gente todavía me dice: 'Eres hijo de Matías, ¿verdad?'. Y eso me enorgullece.
Más que un nombre, una transmisión: la del trabajo, la de la honestidad y la de la libertad de elegir el propio camino.
Para ver el vídeo en español:

Franck Binisti descubrió el pádel en el Club des Pyramides en 2009, en la región de París. Desde entonces, el pádel forma parte de su vida. Se le ve a menudo recorriendo Francia cubriendo los principales eventos del pádel francés.